El mundo aún sigue conmocionado por dos
atentados terroristas sucedidos entre las noches del jueves 12 y el viernes 13 de noviembre. Sin embargo,
la prensa occidental ha prestado más atención a los sucedidos en París, debido
a que resulta más impactante que una de las capitales principales de Europa
haya sufrido una situación tan escalofriante como la sucedida este fin de
semana. Igualmente, la proximidad es una de las máximas del periodismo a
la hora de dedicar los espacios informativos a un tema en concreto, y esta ocasión no ha sido diferente.
Velas y flores en recuerdo de los fallecidos. AFP |
Esto ha provocado que el atentado con
explosivos perpetrado en Beirut (Líbano) haya pasado algo más desapercibido en
los medios generalistas, aunque personalmente no considero que sea por una
cuestión de desmerecer a las víctimas de lugares más alejados de nuestras
fronteras, a pesar de que esa sea esa la visión más defendida por miles de
internautas que así lo han denunciado en sus espacios en las redes sociales.
Por otro lado, aunque lo más aflorado en sitios como Facebook haya sido el cubrir de los colores de la bandera francesa la foto de perfil, personalmente prefiero destacar la reflexión que el presidente estadounidense Barack Obama hacía de los pasados atentados en Francia: no ha sido un ataque exclusivo contra Francia, sino contra toda la humanidad y los valores de libertad que defendemos. Por ello, no está de más recordar la importancia de los otros atentados que a veces no dejan huella en las portadas de los principales diarios occidentales, para que en el futuro los medios
presten igual atención a los muertos de países que sufren el terrorismo en
mayor medida, por desgracia.
En cualquier caso, el balance de 129 muertos
y 99 heridos en estado crítico en los atentados de París al momento de redactar
este artículo, y los 43 muertos y más de 200 heridos en dos atentados con bomba
en Beirut el pasado jueves reflejan la magnitud de los hechos que se han vivido
en las pasadas 48 horas. Además de honrar a los muertos y ofrecer condolencias a los pueblos francés y libanés, en este artículo
trataré de dar respuestas a algunas de las preguntas formuladas tras estos
graves incidentes, al tiempo que se tratará de contextualizar estos hechos y explicar lo que
puede devenir en el futuro.
Ciudadanos franceses, aún en shock tras los atentados. Reuters. |
Y como igualmente se sabe, los siete
terroristas que ejercieron esta violencia indiscriminada contra población
inocente pertenecen al grupo terrorista Daesh, nombre que utilizaré para
referirme a ellos, puesto que no son un Estado ni realmente son Islámicos
(para mayor información, cabe destacar que el nombre Daesh puede interpretarse
en lengua árabe como “"el que aplasta algo bajo sus pies" o
"el que siembra discordia"). Este grupo ha querido, como ya
hicieron al atacar la sede del semanario gráfico Charlie Hebdo, llevar su
particular guerra a suelo europeo, e infligir el terror y el miedo en la
población occidental.
En cuanto al atentado en Beirut, se trató de dos ataques
suicidas con unas cargas explosivas que se detonaron en un barrio de la capital
libanesa controlado por la organización Hezbollah. Esta organización está
incluida como grupo terrorista en las listas de Estados Unidos, a pesar de que
incluye muchas otras secciones de servicios sociales, y de que actualmente es
la principal facción de defensa y seguridad del país ante la inoperatividad del
gobierno libanés. Sin embargo, el hecho de que hayan sido el principal objetivo
de este ataque del Daesh se explica por el hecho de que esta organización ha
prestado apoyo armamentístico y de personal a las filas del Ejército sirio
comandado por el dictador sirio Bashar al-Assad, que lucha por mantenerse en
el poder frente a los ataques de la oposición armada, entre las que se
encuentra el Daesh.
Por tanto, cabe destacar dos cosas a primera vista
de estos ataques: en primer lugar, la diferencia entre la arbitrariedad de los
atentados perpetrados en la capital parisina, frente a la voluntad específica
del Daesh en Beirut de atentar contra uno de sus principales enemigos en la
zona, a pesar de que igualmente entre las víctimas mortales se encuentren ciudadanos
no pertenecientes al movimiento Hezbollah. En segundo lugar, estos dos ataques separados
por 24 horas en dos poblaciones entre las que distan más de 3.000 kilómetros,
mientras mantienen cierto control en las provincias del norte de Siria y el sur
de Iraq demuestra que, a pesar de que el presidente Obama no lo crea así, el
Daesh ha incrementado sus capacidades de actuar. De igual manera, la meticulosidad
y preparación de todos los ataques en París dan prueba de su entrenamiento y
preparación militar para llevar a cabo su misión principal como organización
terrorista de manera precisa y eficaz.
Una vez expuestos los datos principales, un análisis de lo que estos ataques implican desde mi punto de
vista.
Para empezar, aunque afortunadamente muchas
personas, especialmente jóvenes, son conscientes de ello, y así lo demuestran en
las redes sociales, vale la pena recordarlo: estos terroristas no representan
el sentir ni la forma de actuar de la gran mayoría de musulmanes en todo el
mundo. De igual manera, es poco acertado y simplista afirmar que la religión musulmana per se es violenta. Para aquellas personas que se afanan en decir que
existen pasajes en los textos sagrados del Corán que animan a los creyentes en
Allah y su profeta Mahoma a que eliminen
a los infieles que no quieran abrazar las enseñanzas del libro sagrado de los
musulmanes, les dejo este video debajo, bastante ilustrativo de la
problemática.
Por tanto, como demuestra este buen pasaje de la
serie El ala oeste de la Casa Blanca, no se trata de lo que unos escritos de
hace miles de años digan que se debe de hacer, sino la interpretación
extremista que de ellos hacen los islamistas, pero también los judíos ultraortodoxos que
justifican la eliminación del pueblo palestino, los budistas del Estado de Arakan en Myanmar que afirman la necesidad de “librar” a esta área de la
presencia de musulmanes de la etnia Rohingya, o los integrantes del Ku Kluk Klan
que afirman la supremacía de la raza blanca y la necesidad de erradicar al
resto de razas de la Tierra. Nadie pensaría que todos los cristianos, budistas
o judíos son violentos o que sus religiones lo son per se, sólo por la
actuación de unos individuos que han aplicado la versión más extrema y
descontextualizada de las enseñanzas de cada religión. Igualmente, para
aquellos que ante esta afirmación digan que entonces es necesario liberarse de
todo pensamiento religioso, cabe recordar que los pensamientos políticos son
potencialmente igual de nocivos en este aspecto (ETA, IRA, Baader-Meinhoff,
Brigate Rosse…), y sin embargo, nadie se plantea abandonar la democracia o la
militancia política.
Esto nos lleva al siguiente punto: ¿qué hacemos
ahora? Precisamente el hecho de que muchos musulmanes hayan repudiado la
violencia ejercida por el Daesh en estos dos ataques, al igual que la última
manifestación celebrada por las calles de Kabul (Afganistán) en protesta por la
muerte de 7 personas a manos del Daesh, muestran
que estamos ante el momento propicio para luchar la particular batalla de
ganarse sus corazones y sus mentes, de evitar que los jóvenes musulmanes sigan
viendo el terrorismo extremista como la vía de conseguir las demandas de las
sociedades de Oriente Medio.
Un militante del Daesh portando la bandera del grupo. Reuters. |
La invasión de Iraq y Afganistán por parte de
Estados Unidos y otros países de una Alianza que no contaba con el apoyo del
Consejo de Seguridad de la ONU ni de las propias Naciones Unidas ha creado durante
tiempo un clima de cierta tolerancia con las acciones extremas de grupos como
Al Qaeda en muchos países de Oriente Medio. Sin embargo, la extrema violencia
ejercida por el Daesh no es aceptada por todos con el mismo silencio oportuno
que se hacía previamente. Es el momento. Por ello, es necesario calcular con
mucha habilidad cuáles deben ser las siguientes acciones. Un error de las
mismas proporciones que el provocado por las invasiones post 11-S puede
provocar otra década de resentimiento occidental y aceptación de la violencia
que amenaza con ser mucho peor que la vivida hasta ahora.
En este sentido, a mi juicio existen dos
acciones que deben ser implementadas, y que deberían haber estado en marcha
desde hace mucho tiempo, y otra más polémica y arriesgada, que deberá ser
repensada y consensuada, para evitar errores del pasado.
En primer lugar, el foco más importante que debe
acentuarse desde Occidente es que la salida principal a esta crisis terrorista
impulsada por el Daesh no ha de provenir de la vía armada. Es difícil de aceptar,
ya que muchos compatriotas europeos claman venganza y una respuesta rápida al
conflicto. Desafortunadamente, cuanto antes asumamos que nos queda una larga
guerra por delante, antes estaremos en predisposición de elaborar la ruta a
seguir. Y esta, desde mi punto de vista, ha de tener una clave económica
por encima de cualquier otra, como explicaré posteriormente. En segundo
lugar, debe haber una investigación seria sobre los intereses de los países del
Golfo Pérsico, especialmente Arabia Saudita y Qatar, ya que su financiación de
grupos armados en Siria ha sido una de las causas de la creación del Daesh. Por
último, debe considerarse la posibilidad de la tan temida acción de poner “boots
on the ground”; esto es, enviar tropas al norte de Siria y al sur de Iraq, que
coordinadas con ambos gobiernos, consigan la expulsión definitiva del Daesh de
sus asentamientos.
Aunque aún no existan análisis interesantes desde
el sector académico acerca de cómo contrarrestar el terrorismo de Daesh, creemos
que vale la pena atender al artículo de Audrey Kurth Cronin “How Al-Qaida ends:
The decline and demise of terrorist groups” (Cómo se acaba con Al-Qaeda: el declive y desaparición de grupos terroristas), ya que aunque se refiera al grupo
terrorista Al-Qaeda, ofrece claves que puedan aplicarse a este y otros muchos
casos de cómo combatir el terrorismo. En este artículo, la autora ofrece siete
posibles soluciones al terrorismo que en algún caso han sido eficaces: captura
o muerte del líder; fracaso en la transición a la segunda generación del grupo;
alcance del objetivo del grupo; transición a un proceso político legítimo;
pérdida de apoyo popular; represión; y transición del terrorismo a otro tipo de
violencia.
El autodenominado califa, Abu-Bakr al-Baghdadi. AP. |
Como puede deducirse, la primera es imposible de
conseguir, puesto que aunque tienen como líder a Abu-Bakr al-Baghdadi, se trata
de una organización que al igual que el precedente de Al-Qaeda, funcionan como
células aisladas, por lo que decapitar a la cúpula no tendría un efecto
determinante; el segundo caso aún estaría lejos de conseguir, puesto que se
trata de un grupo creado hace apenas dos años; el tercer caso es igualmente
inalcanzable, puesto que el objetivo de instaurar un califato estaría muy lejos
de conseguir, al igual que sería un escenario lejos de ser deseable; en el
cuarto caso, es difícil de creer que un grupo que actúa de la manera que lo hace
Daesh, estuviera dispuesto a asumir las reglas del juego político para
canalizar sus demandas; y el último, aunque haría desaparecer a este grupo de
la lista de terrorismo, tampoco es viable ni deseable que se conviertan en un
grupo dedicado al tráfico de personas o a la extorsión, por ejemplo.
Por tanto, nos quedan como objetivos más
plausibles la pérdida de apoyo popular y la represión. Como ya hemos
mencionado, creemos que el primero ya se está produciendo pero que ha de ser
catalizado desde Occidente, y que la manera más viable de hacerlo es de manera
económica. Tratar de implantar una democracia por la fuerza no parece la manera
más sencilla de conseguirlo, como sí pensaba la administración Bush. Los miles
de habitantes de Oriente Medio sin recursos que acuden desesperados al
terrorismo como forma de vida ante su imposibilidad de ganarse la vida de una
manera honrada no solo no reciben una mano tendida por parte de Occidente, sino
que se les bombardea indiscriminadamente. No obstante, como ya comentábamos
anteriormente, estamos ante una ventana de oportunidad: muchos jóvenes siguen
ingresando, incluso desde Europa, en las filas del Daesh, pero muchos otros
repudian la violencia a pesar de estar igual de desesperados económica y
políticamente. Si Occidente implementa diversas políticas económicas en la zona
y los recursos que destinan no van a parar a las manos de los dirigentes para
la compra de más armamento, estaremos creando las bases para que el futuro de
Oriente Medio aprenda una nueva forma de vivir, y sea su deseo seguir
acumulando libertades y derechos, lo que en su momento llevará a que ellos
mismos cambien sus países, como los europeos hicimos con los nuestros cuando
fue nuestro momento en la historia.
No es de extrañar que un país como Túnez, que es
el único que ha conseguido reformas democráticas serias tras el proceso llamado
“Primavera Árabe” haya estado ayudado por la Unión Europea en aspectos como en
la creación de un Estatuto avanzado de relaciones de la UE con este país; con
la creación de los llamados Task Forces, que fomentaban las inversiones de
instituciones financieras internacionales y del sector privado europeo en
Túnez; mediante el programa SPRING que otorgó en el periodo 2011-2013 540
millones de euros a una serie de países, entre los que se encontraba Túnez,
para la implementación de reformas democráticas; y el resto de incentivos
financieros otorgados por el Banco Europeo de Reconstrucción y Desarrollo con
el que se ha estado alimentando a la sociedad civil tunecina, empoderándola
para ofrecer una base que finalmente ha ayudado al surgimiento de la democracia
en este país. No todo son flores, se podría haber hecho más, y la UE ha actuado
de manera confusa y tardía en muchos casos que podrían haber acelerado el
proceso en Túnez. Pero al menos se ha desplegado el camino que los tunecinos
deberán ahora recorrer hacia un futuro mejor.
El presidente François Hollande en una visita a Arabia Saudita. |
El segundo punto que comentábamos anteriormente se
refiere a la necesidad de un mayor control sobre la forma en la que las
monarquías del Golfo Pérsico, con especial atención a Arabia Saudita y Qatar,
han financiado diversos grupos armados que luchaban contra las fuerzas de
Bashar al-Assad en Siria, y que han ido radicalizando sus posturas hasta dar
lugar a grupos como el Daesh. De igual manera, el auspicio que un país como
Arabia Saudita otorga a la secta wahhabista o salafista, que promulga con el beneplácito
de los dirigentes sauditas una versión extremista y radicalizada del Islam en
la cual el seguimiento de la Sharia’ y la desconexión de la religión musulmana
y sus creyentes con aquello extranjero y ajeno a las enseñanzas primigenias del
profeta es obligada. Por tanto, desde los países occidentales, no se puede
pactar con estos países que acogen y divulgan creencias contrarias y violentas
contra nuestra existencia, por mucho petróleo que puedan intercambiar a cambio
de apartar nuestra vista de estas prácticas que están tan íntimamente ligadas
con el terrorismo.
Por último, el punto más controvertido sería el de
organizar una invasión armada coordinada con los gobiernos de Iraq y Siria,
consensuada en el Consejo de Seguridad de la ONU y con un mandato claro para
retirarse del país una vez se haya conseguido el objetivo. Ya aviso que no es
de mi mayor agrado esta visión, y pienso que debe ser una opción de
último recurso, y en todo caso acompañada por las dos medidas que anunciábamos
previamente. No obstante, la posibilidad de que esta invasión sea vista como
una nueva implicación de Occidente en la vida musulmana y de los ciudadanos de
Oriente Medio, los aliene aún más y los acerque nuevamente al terrorismo, o la
posibilidad de que aun logrando el objetivo no se consiga implementar una
defensa y una policía efectiva que sea capaz de contener futuros focos de
inestabilidad terrorista en estos dos países, y en otros de la zona como
Afganistán, hacen que sea una difícil decisión que asumir. Igualmente, el hecho de que muchos de los terroristas que operan en suelo europeo estén ya entre nosotros y no esperando a viajar desde Siria podría contraindicar tal ataque, porque no eliminaría a las células durmientes que esperan volver a atacar en Europa. No obstante, el corte del suministro de fondos e inteligencia que se provocaría al eliminar el contingente principal del grupo en suelo sirio e iraquí obliga a considerar tal acción al menos como plausible.
No obstante, las palabras del presidente de la República de Francia, François Hollande, en los alrededores de Bataclan tras haber terminado la serie de atentados del viernes, en las que hablaba de que se había cometido "un acto de guerra" y que responderan "de manera despiadada ante esta barbarie" ya indican que el camino de una posible represión armada directa contra los asentamientos del Daesh en Siria e Iraq pueden estar más cerca de lo que estaban antes de la noche del viernes. Por tanto, como decía anteriormente, se trata
de una guerra que va a durar mucho, y que al igual que el propio terrorismo, que
es polifacético, deberá ser respondido de múltiples y coordinadas maneras.
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