martes, 17 de mayo de 2016

Sykes-Picot, contigo empezó todo

Ayer lunes, 16 de mayo, se conmemoró el centenario del llamado Acuerdo Sykes-Picot, por el cual Gran Bretaña y Francia se proponían repartir su dominio e influencia en Oriente Medio ante una inminente victoria de los aliados en la I Guerra Mundial frente al Eje, en el cual se encontraba el Imperio Otomano. Varios analistas apuntan a este momento y este acuerdo como un punto de inflexión en el devenir de Oriente Medio, y lo señalan como la causa directa de muchos de los conflictos que se han desarrollado en la región en el siglo XX y que perduran hasta nuestros días. En este artículo trataré de explicar los detalles de este acuerdo y cuáles han sido las consecuencias del mismo.

Un arreglo occidental

Situados, como comentaba, en el contexto de una I Guerra Mundial que abocaba a una victoria de los aliados, las dos potencias de esa alianza, Francia y Gran Bretaña, encargaron al ministro inglés Mark Sykes y al diplomático francés François Georges-Picot, la elaboración de un acuerdo que satisficiera a ambas partes. Su propuesta conjunta, que contaba con la aquiescencia de la otra potencia aliada en discordia, Rusia, fue debatida epistolarmente entre el embajador de Francia en Londres, Paul Cambon, y el secretario de la Foreign Office, Edward Grey, los cuales dieron su aprobación, obviamente sin consultar con las tribus y líderes de la zona de Oriente Medio.

Finalmente, se establece mediante este acuerdo que los franceses administrarán de manera directa la zona desde el litoral sirio hasta Anatolia, y que los británicos controlarán directamente la provincia iraquí de Basora y un enclave palestino alrededor de Haifa. Asimismo, Palestina se internacionaliza, y se establecen otras dos áreas con mayor autonomía, pero igualmente bajo influencia de las dos potencias, siendo la zona norte de los Estados árabes independientes hachemitas para los franceses, y la zona sur del mismo para los británicos. Igualmente, acordaban cederse el uno al otro la posibilidad de transporte libre y uso de ciertos puertos sin ponerse trabas entre ambos países en la zona.

El mapa del acuerdo, con las zonas resultantes
El mapa resultante creó unos países artificales con fronteras que no tuvieron en cuenta ninguna referencia a tribus, etnias o partidos religiosos, y que servía puramente a intereses occidentales de
las dos grandes potencias de la época (Gil et al., 2014). Hasta ese momento, todos los países afectados, salvo Líbano, que tenía cierta autonomía, y Egipto, que estaba en manos de los británicos, formaban parte del Imperio Otomano como provincias, con igualdad de derechos y obligaciones que cualquier habitante de Turquía, cosa que no se reproducirá bajo dominio extranjero, lo que supuso una gran regresión para la región (Abbud, 1954).




Aunque el acuerdo en un inicio estaba planteado como un apoyo a la autodeterminación de los árabes y a una futura creación de un Estado o Confederación de Estados Árabes, la intromisión de ambas potencias supuso la primera mediación de potencias occidentales en Oriente Medio. Esto sentó un precedente que, lamentablemente se ha repetido con el tiempo, con diferentes potencias como Estados Unidos, que siguen mediando e inmiscuyéndose en la zona, cuyos habitantes señalan como un agravio, una pretensión de superioridad moral de la democracia y el liberalismo, y un obstáculo para el desarrollo de la región.

Precisamente, fue Estados Unidos, bajo la batuta de su presidente Woodrow Wilson, que se negaba a aceptar un acuerdo que catalogaba de “secreto” y echo a espaldas por sus socios, al tiempo que se eregía en defensor de la autodeterminación de los pueblos e instaba a las potencias aliadas a discutir la materia en la recién creada Sociedad de Naciones, impulsada por el propio Wilson.

Cambios sobre la marcha

La división inicial propuesta por Sykes-Picot se modificó por las demandas francesas de mayor acceso al petróleo en la región. Para ello, los franceses tuvieron que ceder la provincia iraquí de Mosul a los británicos para que éstos pasasen a controlar de facto todo Iraq, y renunciar a la internacionalización de Jerusalén para que también el dominio sobre Palestina quedase en manos de los anglosajones. A cambio, Francia se apoderaría del Líbano y de las regiones costeras y norteñas de Siria, y de un mayor acceso al petróleo.

La división de Oriente Medio en varios Estados no era en sí condenable, ya que los hachemitas habían considerado tal posibilidad desde el comienzo, teniendo en cuenta que en las anteriores décadas el Imperio Otomano se mantuvo en una tensa e irregular estabilidad gracias a la cooptación de nobles, pero este arreglo se llevó a cabo contra la voluntad de las poblaciones (Laurens, 2003).

A pesar de que se comunicaron las intenciones de los aliados en la zona al sharif de La Meca Hussein bin-Ali, y a sus hijos, el Emir Faisal y el príncipe Zeid, ninguno de estos tuvo nunca posibilidad de introducir variaciones en los acuerdos. Esto dio lugar a un auge del nacionalismo árabe que incitó a una revolución contra los ocupantes que causaron bajas y pérdidas materiales, especialmente a Gtan Bretaña, que trató entonces de buscar una solución en el Congreso del Cairo, donde se acordó otorgar al Emir Faisal la categoría de rey en Iraq, con el objetivo de aplacar los ánimos en la región (Abbud, 1954).

Los arreglos no terminaron de definirse hasta posteriores tratados y conferencias. En primer lugar, mediante el Tratado de Sèvres, firmado en 1919, se amparó la dominación francesa y británica en la región bajo la forma de mandatos de la Liga de las Naciones, en una suerte de paternalismo que poco ayudaba a solventar la situación. Y un año más tarde, en la Conferencia de San Remo, se dividió finalmente Oriente Medio en cinco regiones bajo la protección de la Liga de Naciones, siendo así Palestina, Transjordania, Iraq (formada por las provincias de Mosul, Bagdad y Basora), Siria, Líbano y Egipto. Palestina seguía bajo la supervisión británica, que se quedaba a su vez con la administración directa de Iraq, mientras que Siria y Libano quedaban en manos francesas, y Egipto se convertía en independiente (Castro & Seballos, 2014).

Errores difíciles de subsanar

Delegados de la Conferencia de San Remo
Como también es conocido, este reparto de países coincidió con la denominada Declaración de Balfour, auspiciada por los británicos, con el objetivo de crear un “hogar” ("national home") para los judíos en la provincia de Palestina, ante la persecución que sufría la etnia judía en Europa, y el lobby sionista ascendiente en Gran Bretaña acerca de la cuestión. A pesar de que nunca se materializó, fue la primera piedra en el camino para que, finalizada la II Guerra Mundial, se diera lugar a la ocupación judía en la zona, y la creación del actual Estado de Israel, pese a la fuerte oposición armada árabe y las continuas campañas militares.

No obstante, ciertos analistas siguen defendiendo que Sykes-Picot fue realmente el inicio del caos para la región, puesto que dividió a las tribus y clanes de la zona y los dejó inválidos frente a la posterior incursión judía.

Por ello, estos mismos analistas, como el periodista británico David Gardner, opinan que la solución para Oriente Medio pasa por una "recomposición de la región mediante algún tipo de modelo federal o confederal". Si no, los habitantes continuarán abocados a Estados neo-fascistas que siguen, activa o pasivamente, propiciando la creación de islamistas radicales, y a su vez la continua intermediación e intromisión occidental en la zona, en un bucle infinito que no ayuda a que los habitantes de la zona consigan una prosperidad que se les ha negado desde hace ya 100 años.

Miembros del grupo terrorista Daesh
Otros autores en cambio, consideran que la creación de un Estado o confederación árabe donde prime la religión y la distribución clánica no supondrá una mejora en la geopolítica ni en la sociedad, y que es demasiado tarde para deshacer un acuerdo que, a todas luces, fue erróneo. (Gil et al., 2014).
Para concluir, una vez expuesto lo anterior, bajo mi modesto punto de vista, creo que es una tarea casi imposible, por no decir utópica, deshacer la distribución estatal acordada por Sykes-Picot. Cierto es que sigue habiendo tensiones intraestatales por la heterogeneidad social y religiosa de sus poblaciones, y que la culpa de todo ello proviene del infame acuerdo que ayer cumplió 100 años.

Sin embargo, este centenario ha dado lugar a cierto patriotismo dentro de los diferentes países árabes. Los habitantes de Siria, Jordania, Iraq o Arabia Saudita no enarbolarán banderas en la puerta de sus casas como los estadounidenses, ni se les pondrá la piel de gallina al escuchar su himno como los franceses con su Marsellesa. No obstante, se sienten parte de sus países, en unos casos más que otros, y sustituirlos para dar lugar a otros donde convivan con ciudadanos árabes con los que se acumulan agravios por las disputas típicas de la vecindad, no parece muy acertado (¿alguien se imagina a argelíes y marroquíes remando juntos bajo una misma bandera y gobierno?).

No obstante, la situación actual no es la idónea y algo ha de cambiarse. Obviamente no tengo la solución para ello, pero tal vez el dar más poder a la Liga Árabe, otorgar fondos de inversión para desarrollar a los países de la zona, apostar por un mayor peso del poder local, y dejar de inmiscuirse en la partición y creación de territorios en la zona, creo que son buenos puntos de comienzo para resolver las disputas en la región.


Abbud, M. (1954). El Oriente Medio de la primera guerra mundial. Cuadernos de estudios africanos, (28), 53.

Castro Vidal, C. Y., & Seballos Kononovas, F. C. (2014). El rediseño de fronteras en Oriente Medio: la conformación de un nuevo orden regional. In VII Congreso del IRI/I Congreso del CoFEI/II Congreso de la FLAEI (La Plata, 2014).

Gil, J. et al. (2014). La cuestión de nuevas fronteras políticas en Oriente Medio: un peligroso mapa de arena. Documentos IEEE.

Laurens, H. (2003). Cómo se repartió Medio Oriente. Le Monde Diplomatique.


No hay comentarios:

Publicar un comentario