Ayer lunes, 16 de mayo,
se conmemoró el centenario del llamado Acuerdo Sykes-Picot, por el
cual Gran Bretaña y Francia se proponían repartir su
dominio e influencia en Oriente Medio ante una inminente
victoria de los aliados en la I Guerra Mundial frente al Eje, en el
cual se encontraba el Imperio Otomano. Varios analistas apuntan a
este momento y este acuerdo como un punto de inflexión en el devenir
de Oriente Medio, y lo señalan como la causa directa de muchos de
los conflictos que se han desarrollado en la región en el siglo XX y
que perduran hasta nuestros días. En este artículo trataré de
explicar los detalles de este acuerdo y cuáles han sido las
consecuencias del mismo.
Un arreglo occidental
Situados,
como comentaba, en el contexto de una I Guerra Mundial que abocaba a
una victoria de los aliados, las dos potencias de esa alianza,
Francia y Gran Bretaña, encargaron al ministro inglés Mark Sykes y al diplomático francés François Georges-Picot, la elaboración de un acuerdo que
satisficiera a ambas partes. Su propuesta conjunta, que contaba con
la aquiescencia de la otra potencia aliada en discordia, Rusia, fue
debatida epistolarmente entre el embajador de Francia en Londres,
Paul Cambon, y el secretario de la Foreign Office, Edward Grey, los
cuales dieron su aprobación, obviamente sin consultar con las tribus
y líderes de la zona de Oriente Medio.
Finalmente, se establece
mediante este acuerdo que los franceses administrarán de manera
directa la zona desde el litoral sirio hasta Anatolia, y que los
británicos controlarán directamente la provincia iraquí de Basora
y un enclave palestino alrededor de Haifa. Asimismo, Palestina se
internacionaliza, y se establecen otras dos áreas con mayor
autonomía, pero igualmente bajo influencia de las dos potencias,
siendo la zona norte de los Estados árabes independientes hachemitas
para los franceses, y la zona sur del mismo para los británicos.
Igualmente, acordaban cederse el uno al otro la posibilidad de
transporte libre y uso de ciertos puertos sin ponerse trabas entre
ambos países en la zona.
El mapa del acuerdo, con las zonas resultantes |
El mapa resultante creó unos países
artificales con fronteras que no tuvieron en cuenta ninguna
referencia a tribus, etnias o partidos religiosos, y que servía
puramente a intereses occidentales de
las dos grandes potencias
de la época (Gil et al., 2014). Hasta ese momento, todos los países
afectados, salvo Líbano, que tenía cierta autonomía, y Egipto, que
estaba en manos de los británicos, formaban parte del Imperio
Otomano como provincias, con igualdad de derechos y obligaciones que
cualquier habitante de Turquía, cosa que no se reproducirá bajo
dominio extranjero, lo que supuso una gran regresión para la región
(Abbud, 1954).
Aunque el acuerdo en un inicio estaba planteado como un apoyo a la autodeterminación de los árabes y a una futura creación de un Estado o Confederación de Estados Árabes, la intromisión de ambas potencias supuso la primera mediación de potencias occidentales en Oriente Medio. Esto sentó un precedente que, lamentablemente se ha repetido con el tiempo, con diferentes potencias como Estados Unidos, que siguen mediando e inmiscuyéndose en la zona, cuyos habitantes señalan como un agravio, una pretensión de superioridad moral de la democracia y el liberalismo, y un obstáculo para el desarrollo de la región.
Precisamente, fue Estados
Unidos, bajo la batuta de su presidente Woodrow Wilson, que se negaba
a aceptar un acuerdo que catalogaba de “secreto” y echo a
espaldas por sus socios, al tiempo que se eregía en defensor de la
autodeterminación de los pueblos e instaba a las potencias aliadas a
discutir la materia en la recién creada Sociedad de Naciones,
impulsada por el propio Wilson.
Cambios sobre la marcha
La división inicial propuesta por
Sykes-Picot se modificó por las demandas francesas de mayor acceso
al petróleo en la región. Para ello, los franceses tuvieron que
ceder la provincia iraquí de Mosul a los británicos para que éstos
pasasen a controlar de facto todo Iraq, y renunciar a la
internacionalización de Jerusalén para que también el dominio
sobre Palestina quedase en manos de los anglosajones. A cambio,
Francia se apoderaría del Líbano y de las regiones costeras y
norteñas de Siria, y de un mayor acceso al petróleo.
La división de Oriente Medio en varios
Estados no era en sí condenable, ya que los hachemitas habían considerado
tal posibilidad desde el comienzo, teniendo en cuenta que en las
anteriores décadas el Imperio Otomano se mantuvo en una tensa e
irregular estabilidad gracias a la cooptación de nobles, pero este
arreglo se llevó a cabo contra la voluntad de las poblaciones
(Laurens, 2003).
A pesar de que se comunicaron las
intenciones de los aliados en la zona al sharif de La Meca Hussein
bin-Ali, y a sus hijos, el Emir Faisal y el príncipe Zeid, ninguno
de estos tuvo nunca posibilidad de introducir variaciones en los
acuerdos. Esto dio lugar a un auge del nacionalismo árabe que incitó
a una revolución contra los ocupantes que causaron bajas y pérdidas
materiales, especialmente a Gtan Bretaña, que trató entonces de
buscar una solución en el Congreso del Cairo, donde se acordó
otorgar al Emir Faisal la categoría de rey en Iraq, con el objetivo
de aplacar los ánimos en la región (Abbud, 1954).
Los arreglos no
terminaron de definirse hasta posteriores tratados y conferencias. En
primer lugar, mediante el Tratado de Sèvres, firmado en 1919, se
amparó la dominación francesa y británica en la región bajo la
forma de mandatos de la Liga de las Naciones, en una suerte de
paternalismo que poco ayudaba a solventar la situación. Y un año
más tarde, en la Conferencia de San Remo, se dividió finalmente
Oriente Medio en cinco regiones bajo la protección de la Liga de
Naciones, siendo así Palestina, Transjordania, Iraq (formada por las
provincias de Mosul, Bagdad y Basora), Siria, Líbano y Egipto.
Palestina seguía bajo la supervisión británica, que se quedaba a
su vez con la administración directa de Iraq, mientras que Siria y
Libano quedaban en manos francesas, y Egipto se convertía en
independiente (Castro & Seballos, 2014).
Errores difíciles de subsanar
Delegados de la Conferencia de San Remo |
Como también es
conocido, este reparto de países coincidió con la denominada
Declaración de Balfour, auspiciada por los británicos, con el
objetivo de crear un “hogar” ("national home") para los judíos en
la provincia de Palestina, ante la persecución que sufría la etnia
judía en Europa, y el lobby sionista ascendiente en Gran Bretaña
acerca de la cuestión. A pesar de que nunca se materializó, fue la
primera piedra en el camino para que, finalizada la II Guerra
Mundial, se diera lugar a la ocupación judía en la zona, y la
creación del actual Estado de Israel, pese a la fuerte oposición
armada árabe y las continuas campañas militares.
No obstante, ciertos
analistas siguen defendiendo que Sykes-Picot fue realmente el inicio
del caos para la región, puesto que dividió a las tribus y clanes
de la zona y los dejó inválidos frente a la posterior incursión
judía.
Por ello, estos mismos
analistas, como el periodista británico David Gardner, opinan que la
solución para Oriente Medio pasa por una "recomposición de la
región mediante algún tipo de modelo federal o confederal". Si
no, los habitantes continuarán abocados a Estados neo-fascistas que
siguen, activa o pasivamente, propiciando la creación de islamistas
radicales, y a su vez la continua intermediación e intromisión
occidental en la zona, en un bucle infinito que no ayuda a que los
habitantes de la zona consigan una prosperidad que se les ha negado
desde hace ya 100 años.
Miembros del grupo terrorista Daesh |
Otros autores en cambio, consideran que
la creación de un Estado o confederación árabe donde prime la
religión y la distribución clánica no supondrá una mejora en la
geopolítica ni en la sociedad, y que es demasiado tarde para
deshacer un acuerdo que, a todas luces, fue erróneo. (Gil et al.,
2014).
Para concluir, una vez expuesto lo
anterior, bajo mi modesto punto de vista, creo que es una tarea casi
imposible, por no decir utópica, deshacer la distribución estatal
acordada por Sykes-Picot. Cierto es que sigue habiendo tensiones
intraestatales por la heterogeneidad social y religiosa de sus
poblaciones, y que la culpa de todo ello proviene del infame acuerdo
que ayer cumplió 100 años.
Sin embargo, este centenario ha dado
lugar a cierto patriotismo dentro de los diferentes países árabes.
Los habitantes de Siria, Jordania, Iraq o Arabia Saudita no
enarbolarán banderas en la puerta de sus casas como los
estadounidenses, ni se les pondrá la piel de gallina al escuchar su
himno como los franceses con su Marsellesa. No obstante, se sienten
parte de sus países, en unos casos más que otros, y sustituirlos
para dar lugar a otros donde convivan con ciudadanos árabes con los
que se acumulan agravios por las disputas típicas de la vecindad, no
parece muy acertado (¿alguien se imagina a argelíes y marroquíes
remando juntos bajo una misma bandera y gobierno?).
No obstante, la situación actual no es
la idónea y algo ha de cambiarse. Obviamente no tengo la solución
para ello, pero tal vez el dar más poder a la Liga Árabe, otorgar
fondos de inversión para desarrollar a los países de la zona, apostar por un mayor peso del poder local, y
dejar de inmiscuirse en la partición y creación de territorios en
la zona, creo que son buenos puntos de comienzo para resolver las
disputas en la región.
Abbud, M.
(1954). El Oriente Medio de la primera guerra mundial. Cuadernos
de estudios africanos, (28), 53.
Castro Vidal, C.
Y., & Seballos Kononovas, F. C. (2014). El rediseño de fronteras
en Oriente Medio: la conformación de un nuevo orden regional. In VII
Congreso del IRI/I Congreso del CoFEI/II Congreso de la FLAEI (La
Plata, 2014).
Gil, J. et al.
(2014). La cuestión de nuevas fronteras políticas en Oriente Medio:
un peligroso mapa de arena. Documentos IEEE.
Laurens, H.
(2003). Cómo se repartió Medio Oriente. Le Monde Diplomatique.